Errores fundamentales de la prohibición

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"No se puede consumir drogas sin volver-se drogadicto"

La grande mayoría de los consumidores no se vuelve drogadicto.


"No hay derecho al uso recreativo"

"No puede existir un derecho al consumo de drogas, porque en la matéria de drogas peligrosas no hay derecho a la autodeterminación. Una decisión de tomar drogas es una buena cosa ni para el indivíduo ni para la sociedad, porque

  • hace daño al consumidor y a terceros
  • no puede ser ni racional ni autónoma (y incluso si así fuera, los actos des adicto no lo serian más)."

En realidad, hay que considerar tres niveles de personas que consumen drogas, según Sagrario Castellanos Montufar:

  1. Las personas que no son consumidores habituales, pero si en una reunión social se presenta la oportunidad de consumir cocaína, fumar marihuana, etc., esta persona decide hacerlo porque no siente temor ni riesgo de convertirse en adicto a las drogas; es decir, que su estructura biopsicosocial no carga con traumas ni dolores que lo impelan a consumir drogas para alivianar ese estado.
  2. Las personas que consumen con mayor frecuencia porque la droga a su alcance los hace sentir mejor, logran manejar su estructura biopsicosocial al punto de no padecer de la necesidad desesperada del consumo.
  3. El adicto. Al estudiar la estructura biopsicosocial del adicto siempre se descubrirá que lo es para soslayar diferentes tipos de traumas y conflictos que se acumularon en su personalidad desde muy joven. Esto no implica que todas las personas que han sufrido traumas sean adictos, lo que sí es cierto es que todo adicto a las drogas lleva una carga emocional negativa muy grande.

El tercer grupo es un asunto no penal, pero sí del sistema de salud; enquento grupos uno y dos son asuntos de autodeterminación y no deberia tener nada que ver con el derecho penal.

"Puede-se eliminar la oferta"

La peligrosa visión de una erradicación total de drogas ilegales ("a drug-free world"). Con ametralladoras puede matar a un montón de vendedores de drogas, pero no se puede matar al narcotráfico.

"Las medidas drásticas son las más eficaces"

Las leyes antidrogas y el trilema regulatório

Falta un acoplamiento adecuado (estructural y funcional) entre la ley como instrumento regulatório y el sistema social que debe ser regulado. El resultado: el trilema regulatório. Indiferencia entre la ley y el ámbito social; destrucción del bien jurídico; auto-destrucción del instrumento jurídico (del estado de derecho).

El pequeño empujón

En realidad, un pequeño empujón (nudge) - Richard H. Thaler & Cass R. Sunstein (2009) - es más inteligente y más eficaz.

Véase también

Fragmentos

"Durante todo el siglo XIX Europa estigmatizó a sus habitués como individuos improductivos, deshonestos y faltos de autocontrol, pero nunca se les presentó como delincuentes. Sin embargo, en este periodo comenzaba a asociarse el consumo de opio, y más tarde de cocaína, con el mundo criminal estadounidense, y esto estaba transformando la imagen europea del drogadicto. Algunos legisladores europeos tendían a adoptar la concepción norteamericana de la adicción como delito, y además consideraban a esta subespecie de delincuente como un contaminador. En la Conferencia de La Haya, apuntó Collins, hubo una “tendencia por parte de algunos a contemplar al morfinómano y al cocainómano como a seres inválidos y dignos de lástima […] pero muchos de ellos son una de las plagas más peligrosas de la sociedad. Desprovistos de voluntad y de sentido moral, son mentirosos y tramposos, plausibles sólo hasta cierto grado, calumniadores y pendencieros, propensos al vicio y aptos para el crimen”. Además de verse incluidos en el discurso de la criminalidad, los adictos (más que la adicción) comenzaban a ser vistos como una enfermedad contagiosa. Sintomáticamente, en 1919 un médico de la Marina de Estados Unidos describió a los adictos “como un foco infeccioso cuyo contacto con individuos susceptibles contribuye a diseminar el hábito”. Oscar Jennings protestó en 1909 contra esta visión tan miserablemente tendenciosa: Se asume como regla que el habitué es necesariamente un demonio, un tramposo y un embustero. Nadie da crédito a su palabra, y esta actitud deteriora aún más su autoestima, ya disminuida, y tal suspicacia no puede por menos que engendrar hostilidad […] a veces los directores de algunos sanatorios exhiben una incomprensión fenomenal sobre este tema. Es innegable que muchos consumidores de morfina son narcomaniacos, pero hay otros cuyo autocontrol, al limitarse al mínimo de morfina que necesitan para aliviarse, es infinitamente mayor que el del llamado comúnmente “bebedor moderado”. Entre ambos extremos hay muchos grados de mentalidad, pero en casi todos los casos el tratamiento debería basarse en una confianza mutua (originada, por parte del doctor, por el convencimiento de su capacidad para ayudar). A pesar de lo justo de la protesta de Jennings, a raíz de la reacción norteamericana a la cocaína, el cannabis y los opiáceos, se les estaba fabricando identidades exclusivas a los consumidores de drogas. Los médicos estadounidenses y sus colegas de Europa habían aprendido de su experiencia con la drogadicción en el siglo XIX. No así los políticos de Estados Unidos, que tomaron medidas para controlar a los médicos. Las medidas legislativas tuvieron un comienzo esperanzador, pero el celo puritano no tardó en transformarlas en una política idealista, punitiva e inmisericorde. Su rigidez fue contraproducente. El movimiento prohibicionista estaba vinculado históricamente a la causa abolicionista, y a menudo sus propagandistas recalcaban que ambos grupos trabajaban por la liberación de los esclavos. La prohibición siguió viéndose asociada a diversas causas progresistas, en especial a aquellas que requerían alguna intervención legal por parte de los gobiernos estatales o federales. Las sustancias venenosas constituían un problema contra el que los prohibicionistas, los reformadores sociales y los promulgadores de la intervención federal se aliaron con resultados duraderos. La purificación y la protección de los niños eran asuntos irresistiblemente emotivos" (Davenport-Hines 2003).