Violencia de género

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Definición

Es un tipo de violencia física o psicológica ejercida contra cualquier persona sobre la base de su sexo o género que impacta de manera negativa en su identidad y bienestar social, físico o psicológico. Según la ONU, este término es utilizado para distinguir la violencia común de aquella que se dirige a individuos o grupos sobre la base de su género. Se refiere a aquella violencia dirigida contra una persona en razón de su género así como de las expectativas sobre el rol que deba cumplir en una sociedad o cultura. Este tipo de violencia presenta distintas manifestaciones e incluye actos que causan sufrimiento o daño, amenazas, coerción u otra privación de libertades. Estos actos se manifiestan en diversos ámbitos de la vida social y política, entre los que se encuentran la propia familia, la escuela, la Iglesia, entre otras.

Confusión con otros términos

La violencia de género presenta diversas características diferentes a otros tipos de violencia interpersonal y normalmente se la asocia a la violencia contra la mujer, aunque no son sinónimos, por lo que no toda violencia contra la mujer puede identificarse como violencia de género, ya que el término hace referencia a aquel tipo de violencia que tiene sus raíces en las relaciones de género dominantes existentes en una sociedad.

Además, tiende a confundirse con la violencia doméstica que, aunque está íntimamente relacionado, incluye la violencia en el terreno de la convivencia familiar o asimilada, por parte de uno de los miembros contra otros, contra alguno de los demás o contra todos ellos, y donde se incluyen además de las mujeres, a niños, ancianos e inclusive varones.

También algunos autores la equiparan con la violencia de pareja, término más acotado que la violencia de género: este último es un problema muy amplio y que no solo abarca las relaciones de pareja, y tal equivalencia de estos conceptos traería consecuencias negativas para las mujeres que requieren recursos institucionales de apoyo.

Tipos de violencia

  • Física:es aquella que puede ser percibida objetivamente por otros, la que habitualmente deja huellas externas. Se refiere a empujones, mordiscos, patadas, puñetazos, etc, causados con las manos o algún objeto o arma. Es la más visible, y por tanto facilita la toma de conciencia de la víctima.
  • Psicológica: supone amenazas, insultos, humillaciones, desprecio hacia la propia mujer, desvalorizando su trabajo, sus opiniones, entre otros. Implica una manipulación en la que incluso la indiferencia o el silencio provocan en ella sentimientos de culpa e indefensión, incrementando el control y la dominación del agresor sobre la víctima.
  • Económica: el agresor hace lo posible por controlar el acceso de la víctima al dinero, tanto por impedirle trabajar de forma remunerada, como por obligarla a entregarle sus ingresos, haciendo él uso exclusivo de los mismos (llegando en muchos casos a dejar el agresor su empleo y gastar el sueldo de la víctima de forma irresponsable obligando a esta a solicitar ayuda económica a familiares o servicios sociales).
  • Social: el agresor limita los contactos sociales y familiares de su pareja, aislándola de su entorno y limitando así un apoyo social muy importante.
  • Sexual: se ejerce mediante presiones físicas o psíquicas que pretenden imponer una relación sexual no deseada mediante coacción, intimidación o indefensión. Aunque podría incluirse dentro del término de violencia física, se distingue de aquella en que el objeto es la libertad sexual de la mujer, no tanto su integridad física. Hasta no hace mucho, la legislación y los jueces no consideraban este tipo de agresiones como tales, si se producían dentro del matrimonio.

Consecuencias

Físicas

Las lesiones físicas son la consecuencia más visible de la violencia de género pero no la única. Los dolores y problemas crónicos de salud pueden deberse a las lesiones, el miedo y el estrés provocados por el maltrato. Algunas de estas consecuencias son contusiones, traumatismos, heridas, quemaduras, deterioro funcional, síntomas físicos inespecíficos (por ejemplo cefaleas), peor salud, discapacidad permanente, obesidad severa y dificultades para respirar.

Psicológicas

En muchos casos, a la víctima de violencia de género se le responsabiliza del maltrato, indicando que se produce por sus características personales. Sin embargo, la literatura científica muestra que antes del maltrato las mujeres víctimas de violencia de género no suelen presentar características psíquicas diferentes al resto de mujeres, sino que suelen ser consecuencia de este. Esta actitud acusadora provoca una doble victimización de la mujer, que puede resultarle muy dañina, no solo sufre el maltrato sino que además se le culpa de este.

En el Informe Mundial sobre Violencia y Salud de la OMS (Krug et al., 2002) se resumen sus principales consecuencias psicológicas: depresión y ansiedad, tristeza, ansiedad o angustia, fobias y trastorno de pánico, insomnio, cambios del estado de ánimo, ganas de llorar sin motivo, trastorno de estrés postraumático, trastornos de la conducta alimentaria y del sueño, trastornos psicosomáticos, sentimientos de vergüenza y culpabilidad, conductas autolíticas y autodestructivas, abuso de alcohol y drogas, irritabilidad, baja autoestima, suicidio o ideación suicida.

  • Síndrome de la mujer maltratada

En la década de 1970, la doctora Lenore Walker introduce por primera vez el síndrome de la mujer maltratada como una forma de ayudar a las mujeres a explicar sus experiencias con los malos tratos con el fin de poder montar una defensa en los juicios penales.Según la teoría en que esto se basa, la mujer desarrolla una indefensión aprendida tras estar sometida a ciclos de violencia recurrente. La depresión que sufre llega a tal punto que se siente incapaz de actuar de forma independiente para luchar, escapar o buscar la ayuda de otras personas.

La primera etapa del síndrome consiste en negar a los demás y a sí misma que existe un problema en la relación y creer que el episodio de violencia es un incidente aislado. En la segunda etapa, la de la culpa, los malos tratos se han convertido ya en algo normal y, aunque la mujer los reconoce, piensa que es ella quien tiene la culpa. La tercera etapa, el esclarecimiento, se alcanza cuando la mujer maltratada deja de responsabilizarse a sí misma de la situación y reconoce la culpa de su maltratador. La mujer no deja la relación, pero busca ayuda para su pareja y tiene la esperanza de que cambie. La etapa final del síndrome de la mujer maltratada es la responsabilidad en la que la mujer asume la realidad con respecto al maltratador y se da cuenta de que el problema queda fuera de su control. Ya no dispone de excusas para justificar los abusos y comienza a tomar medidas para dejar la relación.

El síndrome de la mujer maltratada está considerado como una subcategoría dentro del trastorno por estrés postraumático (TEPT). Este trastorno sobreviene por la exposición a un hecho traumático que resulta notablemente angustiante para casi todo el mundo. Entre los síntomas del TEPT se incluyen las fantasías diurnas, las pesadillas, la reexperimentación y los trastornos de ansiedad. Este trastorno va asociado sobre todo a mujeres con antecedentes de violencia física y sexual.

Sociales

Las consecuencias de la violencia de género no se limitan a las personas que la sufren, aunque son las más afectadas, sino que influye en toda la sociedad. Las víctimas ven mermadas sus capacidades y posibilidades laborales y su capacidad para mantener el trabajo, lo que supone importantes costes y pérdidas de capital humano para las empresas y los estados. Además, algunas investigaciones muestran la vinculación de la violencia de género en el entorno familiar y la violencia social, indicando que presenciar violencia crónica puede hacer que el niño o la niña utilice la violencia en sus relaciones personales e inicie pautas de delincuencia.

A estas consecuencias y costes, hay que sumar los derivados de la atención y protección de las víctimas y la actuación con los maltratadores, como gastos sanitarios, policiales, jurídicos, gastos de servicios sociales, ayudas económicas, programas de tratamiento para agresores, etc.

Además, las consecuencias sociales que recaen sobre la propia víctima son: el aislamiento social, la pérdida de empleo, el absentismo laboral o disminución del número de días de vida saludable entre otros.

Para la salud sexual y reproductiva

La violencia de género puede conllevar importantes consecuencias para la salud reproductiva de la víctima, en muchos casos estas vienen causadas y se ven agravadas por el temor hacia su pareja. Algunos ejemplos son: el temor a plantear el uso de anticonceptivos (para evitar embarazos no deseados) o el temor que les impide obtener información sobre infecciones de transmisión sexual, como el VIH/SIDA, hacerse pruebas de detección, revelar su condición de portadoras del VIH, acceder a los servicios para prevenir la transmisión del VIH a sus hijos/as o recibir tratamiento y asesoramiento, aun sabiendo que han sido infectadas.

Además por tener relaciones sexuales forzadas se podría producir: pérdida de deseo sexual, trastornos menstruales, enfermedades de transmisión sexual incluido el VIH/SIDA, sangrado y fibrosis vaginal, dispareunia, dolor pélvico crónico, infección urinario o embarazo no deseado entre otros.

En muchos casos, cuando una mujer sufre malos tratos estando embarazada, los golpes se dirigen a los senos, el abdomen o los genitales. Esto puede tener consecuencias importantes tanto para la mujer como para el feto. Algunas de las consecuencias de los malos tratos durante el embarazo son: infecciones de transmisión sexual, sangrados vaginales, hipertensión, rotura prematura de membrana, parto pretérmino, bajo peso del recién nacido, aborto espontáneo o muerte neonatal.

Para los hijos

La violencia de género tiene importantes consecuencias sobre las personas dependientes de la víctima, especialmente sobre sus hijos/as quienes, incluso sin ser víctimas directas del maltrato, solo por ser testigos ya sufren sus consecuencias. Algunas de ellas pueden ser: mayor frecuencia de enfermedades psicosomáticas, víctimas de maltrato por parte del padre, incapacidad para responder a las necesidades de sus futuros hijos, riesgo de alteración de su desarrollo integral, sentimientos de amenaza, dificultades de aprendizaje y socialización, adopción de comportamientos de sumisión o violencia con sus compañeros y compañeras o mayor tolerancia hacia la violencia.

Factores

De riesgo

Una variedad de factores a nivel individual, de relaciones, de comunidad y de la sociedad (incluyendo lo niveles institucionales/estatales) se intersecan para aumentar el riesgo de que mujeres y niñas sufran violencia. Estos factores son:

  • Atestiguar o experimentar abuso desde la infancia (lo que está a asociado a que en el futuro los niños sean perpetradores de violencia mientras las niñas experimenten violencia contra ellas).
  • Abuso de sustancias (incluyendo alcohol), asociado a una mayor incidencia de la violencia.
  • Pertenencia de las mujeres a grupos marginados o excluidos.
  • Limitadas oportunidades económicas.
  • La presencia de disparidades económicas, educativas y laborales entre hombres y mujeres al interior de una relación íntima.
  • Conflicto y tensión dentro de una relación íntima de pareja o de matrimonio.
  • El acceso inseguro de las mujeres al control de derechos de propiedades y bienes.
  • Control masculino en la toma de decisiones y respecto a los bienes.
  • Actitudes y prácticas que refuerzan la subordinación femenina y toleran la violencia masculina.
  • Falta de espacios para mujeres y niñas que permitan su libre expresión y comunicación o un lugar para desarrollar amistades y redes sociales.
  • Uso generalizado de la violencia dentro de la familia o la sociedad para enfrentar los conflictos.
  • Un limitado marco legislativo y de políticas para prevenir y hacer frente ante la violencia.
  • Falta de sanción (impunidad) para perpetradores de la violencia.

Algunos factores adicionales de riesgo que se encuentran relacionados con la violencia por parte de la pareja que se han identificado en el contexto de los Estados Unidos son: corta edad; deficientes niveles de salud mental relacionadas a una baja autoestima, ira, depresión, inestabilidad emocional y dependencia, rasgos de personalidad antisocial o fronteriza y aislamiento social; historial de disciplina física en la infancia; inestabilidad marital y separación o divorcio; historial de comisión de abuso psicológico; relaciones familiares no saludables; temas asociados a la pobreza como hacinamiento y tensión económica, y bajos niveles de intervención comunitaria o acciones contra la violencia doméstica.

De protección

Por otro lado, entre los factores de protección que pueden reducir el riesgo de que mujeres y niñas sufran violencia figuran:

  • Educación secundaria completa para niñas y niños.
  • Retardar la edad de los matrimonios.
  • Autonomía económica de las mujeres y acceso a entrenamiento de sus capacidades, crédito y empleo.
  • Normas sociales que promuevan la equidad de género.
  • Servicios que articulen respuestas con calidad (servicios judiciales, servicios de seguridad/protección, servicios sociales y servicios médicos) con dotación de personal con conocimientos, capacitación y entrenamiento adecuado.
  • Disponibilidad de espacios seguros o refugios.
  • Acceso a grupos de ayuda.

Perpetuantes

  • Culturales: socialización específica del género, definiciones culturales de los roles sexuales apropiados para hombres y mujeres, expectativas del cumplimiento de los roles dentro de las relaciones, creencia en la superioridad inherente de los hombres respecto a las mujeres, valores que dan a los hombres derechos de propiedad sobre las mujeres y las niñas, la noción de la familia como una esfera privada y bajo el control masculino, determinadas costumbres matrimoniales y aceptación de la violencia como un medio para la resolución de conflictos.
  • Económicos: dependencia económica de las mujeres respecto a los hombres, acceso limitado de las mujeres al dinero, leyes discriminatorias sobre herencias, derechos de propiedad, uso de tierras comunales y su mantenimiento después del divorcio o viudedad, acceso limitado al empleo y acceso limitado a la educación y formación.
  • Legales: menor estatus legal de las mujeres, bajo nivel de formación legal,leyes sobre el divorcio.
  • Políticos: no tomar enserio la violencia machista, riesgo de desafiar el estatus quo y a las leyes religiosas, baja participación de las mujeres en el sistema político, infrarrepresentación de las mujeres en el poder, falta de organización de las mujeres como fuerza política.

Ciclo de la violencia de género

Ciclo violencia de género

Todo comienza con una parte invisible o silenciosa que puede durar desde 1 a los 10 años de convivencia. Se inicia siempre de forma sutil, invisible a los ojos de la mujer. En estos comienzos se aprecia un exceso de control por parte del hombre hacia su pareja, que ella suele confundir con celos, con una preocupación excesiva por su parte o, incluso, como signos de un gran amor hacia ella. Esta actitud controladora se evidencia en muchos aspectos (su forma de vestir, su trabajo, control de sus gastos, control de salidas y de las amistades, intentos de separación de su familia) así como humillación o menosprecio de las cualidades o características de la mujer, intentando dejarla en muchas ocasiones en ridículo,a veces, delante de los demás y, en la mayoría de los casos, en la intimidad del hogar. De esta forma va consiguiendo que ésta vaya perdiendo poco a poco su autoestima, su autonomía e incluso su capacidad o reacción o defensa ante esta situación.

El comportamiento agresivo del hombre va aumentando en frecuencia e intensidad, hasta que la mujer decide consultar o pedir ayuda. Esta se convierte en la fase visible donde muchas se enteran de la situación por la que están pasando. Suelen encontrarse con que no son creídas, dado que algunos de estos maltratadores suele comportarse fuera del hogar de forma admirable, siendo a los ojos de la sociedad, “el marido perfecto”.

El ciclo de la violencia de género es una secuencia repetitiva que explica los casos del maltrato crónico.

Se describen tres fases en este ciclo: acumulación de tensión, explosión y reconciliación (o “luna de miel”).

  • Fase de acumulación de la tensión: En esta fase los actos o actitudes hostiles hacia la mujer se suceden, produciendo conflictos dentro de la pareja. El maltratador demuestra su violencia de forma verbal y, en algunas ocasiones, con agresiones físicas o con cambios repentinos de ánimo que la mujer no logra comprender y que suele justificar, ya que no es consciente del proceso de violencia en el que se encuentra involucrada. De esta forma, la víctima siempre intenta calmar a su pareja, complacerla y no realizar aquello que le molesta, con la creencia de que así evitará los conflictos, e incluso, con la equívoca creencia de que esos conflictos son provocados por ella. Esta fase seguirá en aumento.
  • Fase de agresión: el maltratador se muestra tal cual es y se producen de forma ya visible los malos tratos, tanto psicológicos como físicos y/o sexuales. Se producen estados de ansiedad y temor en la mujer, temores fundados que suelen conducirla a consultar a alguna amiga, a pedir ayuda o a tomar la decisión de denunciar a su agresor.
  • Fase de reconciliación, más conocida como “fase de luna de miel”: tras los episodios violentos, el maltratador suele pedir perdón, mostrarse amable y cariñoso, suele llorar para que estas palabras resulten más creíbles, jura y promete que no volverá a repetirse, que ha explotado por “otros problemas” siempre ajenos a él. Jura y promete que la quiere con locura y que no sabe cómo ha sucedido. Incluso se dan casos en los que puede llegar a hacer creer a la víctima que esa fase de violencia se ha dado como consecuencia de una actitud de ella, que ella la ha provocado, haciendo incluso que ésta llegue a creerlo. Con estas manipulaciones el maltratador conseguirá hacer creer a su pareja que “no ha sido para tanto”, que “sólo ha sido una pelea de nada”, verá la parte cariñosa de él (la que él quiere mostrarle para que la relación no se rompa y seguir manejándola). La mujer que desea el cambio, suele confiar en estas palabras y en estas “muestras de amor”, creyendo que podrá ayudarle a cambiar. Algo que los maltratadores suelen hacer con mucha normalidad es “pedirles a ellas que les ayuden a cambiar”. Por desgracia ésta es sólo una fase más del ciclo, volviendo a iniciarse, nuevamente, con la fase de acumulación de la tensión.

Estos ciclos suelen conducir a un aumento de la violencia, lo que conlleva a un elevado y creciente peligro para la mujer, quien comienza a pensar que no hay salida a esta situación. Esta sucesión de ciclos a lo largo de la vida del maltratador es lo que explica porqué muchas víctimas de malos tratos vuelven con el agresor, retirando la denuncia que le había interpuesto.

Prevención

Las respuestas individuales a la violencia como ocultar, sufrir o evadirse no han tenido resultado. Por eso es necesario impulsar medidas colectivas que tienen más capacidad de transformar esta situación.

Para reducir la violencia de género sería necesario cambiar las normas y valores que la toleran y fomentan, así como todo aquello que refuerza actitudes sexistas, es decir, la superioridad de un sexo sobre otro.

Una manera de conseguir estos cambios sería mediante la educación en igualdad de los niños y las niñas. Coeducar, tanto en igualdad de derechos como de oportunidades, supone que las actitudes y valores tradicionalmente considerados como masculinos o femeninos pueden ser aceptados y asumidos por personas de cualquier sexo y que tanto en la escuela como en la familia se tengan en cuenta los derechos y las necesidades de las niñas.

Durante la infancia conviene que tanto las niñas como los niños ensayen distintos roles y situaciones, y que expresen sentimientos como llorar, reír, mostrar cariño, ser dulces, rebelarse, así como enseñarles las habilidades domésticas necesarias para la autonomía y el desarrollo personal. En la adolescencia, además de reforzar los aspectos señalados en la infancia, sería importante incidir en una orientación profesional no sexista, y en una educación afectivo-sexual integral que le ayude a vivir la propia sexualidad y las relaciones amorosas de una forma placentera e igualitaria. Las personas adultas se pueden reeducar, cuestionando la educación que se ha recibido, siendo esto una forma de comenzar el proceso de cambio. Tanto los grupos de mujeres como los de hombres son un espacio de reflexión y análisis para lograrlo.

Los medios de comunicación deben ofrecer modelos positivos y evitar imágenes violentas, ya que, hoy día, se nos presentan continuamente personajes que consiguen sus objetivos utilizando la fuerza y opresión. Se enseñan formas cada vez más sofisticadas de agredir que utilizan la violencia para resolver las dificultades de la vida. Es significativo el tratamiento que estos medios dan sobre las noticias de agresiones contra las mujeres (morboso, sensacionalista, sin análisis...) reforzando mitos que perpetúan la violencia contra ellas.

Además del cambio de estas imágenes violentas y su tratamiento, ha de producirse una transformación en la imagen que ofrecen los medios de comunicación de las mujeres y, en especial, la publicidad. Este medio, presenta a las mujeres a través de tópicos tradicionales o estereotipados basados en la juventud, éxito, belleza... Que se convierten en modelos a imitar. Es importante que se transmita una visión real del papel que las mujeres desempeñan en la actualidad.

Mitos y estereotipos

Estos argumentos se utilizan para excusar, minimizar y/o ocultar la existencia de la violencia de género. Sin embargo, ninguno de ellos es cierto y la violencia de género debe considerarse como un ejercicio de poder y de control de los hombres contra las mujeres. La violencia de género es un delito y la única persona responsable es el agresor. Ningún tipo de violencia tiene justificación. Por otro lado, impiden que la intervención desde el punto de vista social y psicológico se produzca de forma eficaz sobre este problema. Estos mitos afectan tanto al entorno social de la víctima de las agresiones como a los distintos profesionales que podrían intervenir ante este problema.

Estos mitos producen una inhibición de la ayuda social que reciben las mujeres víctimas de la violencia de género. El contexto social (vecinos, amigos, familia), en ocasiones, no apoya a la víctima, justifica la agresión e incluso pone en duda la inocencia de la agredida. Para una víctima de la violencia de género, es difícil reconocer el problema y más aún, pedir ayuda. El proceso que les lleva a tomar esta decisión, no es sencillo y por eso, es importante, ofrecerle apoyo en este momento. El mito de que “esto sólo le pasa a cierto tipo de personas, raras y de clase baja”, hace que a determinadas mujeres que no se ajustan a ese perfil les sea más difícil identificarse como víctimas de la violencia de género. La mujer piensa que esto no le puede ocurrir a ella y se siente fracasada como esposa por no saber complacer a su marido.

El sentimiento de culpabilidad, los sentimientos de vergüenza y la asunción de que si la pareja no funciona y sus maridos las tratan mal es porque han fracasado, dificulta la búsqueda de ayuda. Esto motiva que a pesar de los malos tratos, las mujeres intenten “cambiar al hombre” y no lo denuncien durante mucho tiempo. Como consecuencia, las agresiones cada vez son más intensas y frecuentes y las consecuencias sobre la mujer más devastadoras. La sociedad continua manteniendo ciertas actitudes acerca de las mujeres y sus roles principales y suele juzgar a las mujeres maltratadas justificando el uso de la violencia aludiendo a la posible provocación de éstas. Las mujeres interiorizan estos roles y estereotipos que son aceptados en muchos ámbitos sociales, y que favorecen o incitan (incluso intentan justificar) la conducta del maltratador.

La violencia de género no tiene barreras de clase, educación, sexualidad, cultura, raza ni edad, es decir, que no existe un perfil de mujer víctima de la violencia doméstica sino que cualquier mujer, sólo por el hecho de ser mujer puede sufrirla. No es cierto que se dé este problema en gente primitiva e inculta, con escasos recursos o que afecte principalmente a las clases bajas. Por lo que respecta a los maltratadores, no son fácilmente reconocibles y no responden a un perfil concreto (alcohólicos, enfermos, locos, impulsivos, etc.). En la mayoría de las ocasiones, los maltratadores tienen una buena imagen pública, son incluso seductores y es en el ámbito privado donde se sienten legitimados para ejercer la violencia.

A continuación algunos mitos:

  • Sobre la violencia de género:es una cuestión privada, es gente enferma, la culpa es del alcohol o de las drogas, es gente con poca formación y de escasos recursos económicos, no se puede evitar y por tanto se debe asumir, se exagera la realidad, es algo normal en las relaciones amorosas, se da en familias problemáticas, son casos aislados, los hombres son maltratados por sus parejas en la misma medida, con el tiempo se soluciona, amar implica sufrir (”Quien bien te quiere te hará llorar”).
  • Sobre las mujeres maltratadas:provocan la violencia porque son masoquistas, dicen “no” cuando quieren decir “sí”, tienen que aguantar por los hijos e hijas, son malas y se lo merecen. (”Algo haría”), están enfermas, son ignorantes e histéricas.
  • Sobre los hombres violentos:tienen problemas con el alcohol o las drogas, tienen problemas en el trabajo, son impulsivos, están locos o enfermos, no son los responsables, todos los hombres son así.

Estadísticas [[1]]

En todas las sociedades, incluso en las más concienciadas con el problema, se siguen silenciando muchos casos de violencia de género/doméstica, lo que hace que sea muy difícil saber realmente cuántos hay. Por ello, para hacerse una idea de la magnitud y evolución del problema, se realizan aproximaciones a partir de la información disponible y accesible, utilizando datos como el número de mujeres asesinadas por su pareja o ex pareja, denuncias o recursos utilizados (casas de acogida, servicios sanitarios, etc).

Pese al aumento experimentado en los últimos años, la proporción de casos de violencia de género denunciados sigue siendo muy baja, representando únicamente la "punta del iceberg" de un problema mucho más grave. Una muestra de este hecho es que 8 de cada 10 mujeres asesinadas por su pareja o ex pareja no habían denunciado a su agresor.

Así, en 2015 hubo un total de 56 víctimas mortales, la mayoría españolas, que murieron a manos de sus maltratadores. Esta cifra ha variado a lo largo de los años, aumentando y disminuyendo indistintamente; con un repunte en el año 2010 con 73 víctimas mortales. De estos 56 agresores, 15 se suicidaron. Con esta cifra ocurre los mismo ya que varía a lo largo de los años.

En el año 2015, la Comunidad Autónoma que registra mayor número de víctimas mortales es Andalucía, con un total de 13, seguido de la Comunidad Valenciana con 10 víctimas. Desde el año 1999, esto generalmente ha venido siendo así. Andalucía registra el mayor número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas, con excepciones en los años 2014 y 2012. Además, el mayor número de varones condenados por violencia de género proviene desde el año 1999 de ahí.

En el año 2015, la mayoría de hombres enjuiciados y condenados por violencia de género eran de nacionalidad española. Esto se mantiene igual desde el año 1999.

Legislación en España

En España, la Exposición de Motivos de la Ley Orgánica 1/2004 [2] de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género manifiesta «que se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión».

Objetivos

La LO 1/2004 ha pretendido dar un tratamiento integral al problema del maltrato familiar, y en concreto enfocado contra la mujer, no sólo en las medidas estrictamente penales del Título IV del Código penal agravando tipos y ampliando la cobertura penal, sino también de sensibilización, prevención y detección (Título I), asistencia social y jurídica (Título II), tutela institucional (Título III) y judicial (Título V), psicológicos, y económicos. Los fines son proteger a la víctima, disuadir al agresor, y «proteger a la parte más débil humanizando el Derecho penal». Así, por ejemplo, se institucionaliza un teléfono de ayuda a la mujer maltratada (016); se constituyen organismos especializados como los Juzgados de Violencia sobre la Mujer y la Fiscalía contra la Violencia sobre la Mujer; y se realizan cambios en el Ordenamiento considerando como delito automáticamente las faltas de lesiones, amenazas y coacciones en el caso de que el sujeto activo del delito sea varón y el sujeto pasivo «sea o haya sido su mujer o haya mantenido una relación de análoga afectividad, haya existido convivencia o no, o sea persona especialmente vulnerable que conviva con el agresor». Además se contemplan las medidas de protección que se venían llevando a cabo en función de la gravedad de los casos: la salida del agresor del domicilio, la orden de alejamiento, la orden de suspensión de las comunicaciones y la privación de la patria potestad y custodia de menores o la suspensión del régimen de visitas.

Día internacional contra la violencia de género

Cada 25 de noviembre tiene lugar el Día Internacional contra la Violencia de Género con los objetivos de concienciar y erradicar este grave problema que es una lacra para la sociedad.

El nombramiento se produjo en 1981, dentro del marco del Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe, celebrado en Bogotá. La fecha del 25 de noviembre fue elegida como conmemoración del asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana, a quienes el dictador Rafael Leónidas Trujillo ordenó matar. Sus cadáveres aparecieron en el fondo de un acantilado y aunque la historia se intentó vender a la prensa como un accidente, lo cierto es que no cupo duda de que se trataba de un acto de represión. Para el movimiento popular y feminista de República Dominicana, históricamente, estas mujeres han simbolizado la lucha y la resistencia contra la opresión política. En ese encuentro, las mujeres levantaron la voz para denunciar el maltrato hacia el sexo femenino, denunciando la violencia de género a nivel doméstico, el acoso sexual, la tortura y los abusos sufridos por prisioneras políticas.

Noticias relacionadas

Películas

Recursos

  • Teléfono contra el maltrato: 016

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