Criminal nato

El concepto de criminal nato se encuentra asociado a la teoría de Cesar Lombroso, uno de los principales representantes de la Criminología positiva que surge en el último tercio del siglo XIX bajo la denominación de “Escuela positiva italiana”. Cesar con éste término trató de designar que ciertas personas están determinadas a cometer delitos por causas hereditarias, es decir, se basa en que la constitución biológica de ciertas personas les lleva a la delincuencia (HERRERO HERRERO, 2007, pág.116).

La idea de atavismo se encuentra estrechamente vinculada a la figura del delincuente nato. Para Lombroso, criminales y no criminales se distinguían entre sí por una serie de anomalías y estigmas de origen atávico o degenerativo, considerando al delincuente como un ser atávico producto de la regresión a etapas primitivas de la humanidad (MARTÍNEZ GONZÁLEZ; MENDOZA CALDERÓN, 2013, pág.39). Consideraba la categoría del delincuente nato como una subespecie o subtipo humano, inferior al homo sapiens, degenerado y atávico, como consecuencia de un genuino salto atrás hereditario, que se encontraba marcado por una serie de estigmas que le identificaban y se transmitían por vía hereditaria (GARCÍA- PABLOS, 2007, pág. 260).

El primer planteamiento de Lombroso consistía en que dicha regresión se haría visible a través de rasgos y deformaciones físicas en especies vivas inferiores que pervivían aún en razas salvajes. Encontró que los salvajes serían hombres sin pudor, que vivían en promiscuidad y que cometían fácilmente homicidios, características que le hicieron comprobar que eran comunes al tipo del delincuente nato (MARTÍNEZ GONZÁLEZ; MENDOZA CALDERÓN, 2013, pág. 40). Este planteamiento expuesto se completaría después por Lombroso con la teoría de la degeneración, esto es, la condición patológica y enfermiza que caracteriza al delincuente, considerando a éste, como un individuo ancestral y degenerado que muestra los estigmas físicos y mentales de un hombre primitivo (GARCÍA-PABLOS, 1988, págs.. 253 y 254).

Las principales características físicas o estigmas de degeneración somáticos de esta subespecie humana se manifiestan en la cara y en la cabeza principalmente, pero pueden localizarse en muchas otras malformaciones corporales (HERRERO HERRERO, 2007, pág.116). Algunas de estas características físicas del llamado criminal nato, serían: frente huidiza y baja, gran desarrollo de los arcos supraciliares, asimetrías craneales, fusión del hueso atlas y occipital, gran desarrollo de los pómulos, orejas en forma de asa, tubérculo de Darwin, gran pilosidad, braza superior a la estatura, etc. (GARCÍA-PABLOS, 2014, pág. 460). Ahora bien, además de estos estigmas físicos, Lombroso señaló otras taras de diversa índole, sociales, psicológicas, morales y de comportamiento, que se caracterizaban por: notable analgesia o insensibilidad al dolor, inestabilidad afectiva, agudeza visual, gran agilidad, frecuente macinismo, falta de remordimiento, cinismo, vanidad, impulsividad, crueldad, tendencia la juego, a las orgias, uso frecuente de tatuajes, altos índices de reincidencia, uso frecuente de una determinada jerga o lenguaje, etc. (GARCÍA-PABLOS, 1988, págs. 254 y 255).

Para poder verificar ésta hipótesis del criminal nato como ser atávico y degenerativo, Lombroso examinó el comportamiento tanto de plantas carnívoras como ciertas luchas que se producen en el reino animal, así como las costumbres del hombre aborigen, de tribus salvajes o primitivas, e incluso del niño recién nacido. Este proceder metodológico fue fruto de los conocimientos antropológicos, etnológicos y psicológicos del autor (GARCÍA-PABLOS, 2014, pág. 461).

Críticas

La teoría lombrosiana fue muy criticada desde varios puntos de vista. En primer lugar se considera su tesis carente de toda base empírica, ya que, por un lado, el comportamiento humano no se puede atribuir ni comparar con el comportamiento de otros seres vivos, y por otro lado, si analizamos las tasas de criminalidad, no está demostrado que exista un mayor índice de criminalidad en las tribus primitivas, sino todo lo contrario (GARCÍA- PABLOS, 2007, pág. 261).

El valor de los estigmas físicos es otro de los postulados más polémicos. La doctrina científica cuestiona la existencia de dichos estigmas, el origen de los mismos y el significado atribuible a los mismos. Esto se debe a que no parece que exista una correlación entre los estigmas y una tendencia criminal, ya que no es difícil encontrar alguno de estos rasgos en cualquier individuo sin que ello tenga una explicación atávica o criminógena (GARCÍA- PABLOS, 2007, pág. 261).

También ha sido objeto de reproche la examinación del crimen desde la sola visión del autor, sin darle la importancia necesaria que tienen los factores exógenos, sociales o ambientales que contribuyen en todo acto delictivo (GARCÍA- PABLOS, 2014, pág. 468).

Su método o su proceder metódico también ha sido objeto de críticas. En este aspecto no podemos olvidar su gran esfuerzo al encontrar un respaldo empírico a sus hipótesis al formular su teoría después de practicar más de 400 necropsias de delincuentes y habiendo trabajado y observado a más de 6.000 delincuentes vivos. Aquí lo que se cuestiona son las limitaciones y deficiencias del escaso rigor de su método que se le atribuyen a los conocimientos de la época (GARCÍA- PABLOS, 2014, pág. 468).

Pero a pesar de todo ello, no podemos desmentir el gran aporte de Lombroso a la criminología, que no reside en su famosa tipología de delincuentes o en su teoría criminológica, sino que podemos decir que Cesare Lombroso es el padre de la Criminología Científica y, a pesar de la superación de sus teorías, su trabajo constituyó el punto de partida para la actual ciencia criminológica.


Bibliografía

GARCÍA- PABLOS DE MOLINA, Manual de criminología. Introducción y teorías de la criminalidad, Madrid, 1988, págs. 250-256.

GARCÍA- PABLOS DE MOLINA, Tratado de criminología, Valencia, 2014, págs.458-470.

GARCÍA- PABLOS DE MOLINA, Criminología, una introducción a sus fundamentos teóricos, Valencia, 2007, págs. 258-261.

HERRERO HERRERO, Criminología. Parte general y especial, Madrid, 2007, págs. 115-118.

MARTÍNEZ GONZÁLEZ Y MENDOZA CALDERÓN, Teorías de la criminalidad, Valencia, 2013, págs. 38- 41.